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Mekruh Kadınlar Mezarlığı ayrıntılar
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Mekruh Kadınlar Mezarlığı Kitabın yeniden yazılması
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hayward_an6d0e
Anthony Hayward hayward_an6d0e — Hace un año intenté escribir (regalar) un cuento de navidad, pero no lo logré. Al final terminé enviando un fragmento del que escribió Paul Auster, porque me parecía aún menos creativo enviar algo de Dickens. Empecé a preguntar entonces si algún conocido había escrito un cuento de navidad. Para mi sorpresa todos lo habían intentado, nadie lo había logrado (bueno, sólo una persona que toma cualquier tema y le inyecta odio; cosa que hace pasar al “tema” a un segundo lugar). Pensé ¿por qué la ineficacia al escribir cuentos de navidad?, ¿entre Dickens, O’Henry, Bradbury y Auster agotaron el tema?, ¿de qué manera se puede narrar la navidad de una manera novedosa? Pensé entonces en mis navidades personales: a los 5 años recogía las cosas que mi hermana botaba para retornárselas en navidad como regalos, siempre quería hacer una manualidad para ahorrar dinero pero nunca la completaba, jamás llené las agendas que me regalaron porque eran muy buenas para dañarlas con mi letra, nunca me regalaron el juego de la oca que quise de niño, un día encontré mis regalos entre llantas viejas mientras buscaba un balón de fútbol… Tantas historias pero ninguna se había convertido en cuento. Entonces recordé un libro que daba vueltas por mi biblioteca y –aprovechando la época- lo leí buscando en él las respuestas a mi inefectividad al escribir historias navideñas: “Oh, Blanca Navidad…” de David Sedaris. Cuando se acerca la fecha de natividad, muchos expresan en redes sociales y en grupos de amigos su actitud “anti navideña” autodenominándose Grinch. Esa actitud siempre me pareció impostada y falsa; creía que era una mejor idea tomar las cosas desde la ironía y disfrutar estoicamente las fechas. Y es justamente eso lo que Sedaris hace con la navidad. En seis historias, Sedaris ataca el sentido comercial de la navidad y resuelve de manera cáustica e hiperbólica su visión particular de fin de año. Lo más interesante del libro es un humor fino que avanza potencialmente hasta el horror repulsivo del último cuento. Con cada una de las historias, Sedaris aumenta pequeñas dosis de elementos crueles y críticos que convierten la navidad en Halloween. Si bien la lectura del libro es liviana y rápida (es posible leerlo en un día -24 de diciembre preferiblemente-), Sedaris deja en el texto frases cortas como pequeñas semillas a ser explotadas: “Navidad significa dar, hasta que sangre” (p. 141) o “lo más importante es que guardes una prueba de tu donación, de otro modo la caridad navideña no tiene sentido” (p. 138). Quizá el libro de Sedaris no tiene un equilibrio claro entre lo sarcástico y una profundidad propositiva que logran algunos libros de Houellebecq; en este caso lo cómico gana por knock-out dejando lo crítico como una sensación y no como una propuesta bien armada; en otras palabras, siendo un muy buen libro no deja de ser algo para leer mientras te cortan el cabello y te puedas reír de lo que te van a hacer en la cabeza (algo así como las columnas de Semana de Samper Ospina). Todos los cuentos están narrados desde la primera persona que (exceptuando el tercer cuento: “Dinah, la puta navideña”) son quienes están a cargo de dar la voz satírica y ácida. Es decir: mientras en algunos textos que utilizan esta forma sardónica la carga está puesta en personajes externos al narrador, en Sedaris los personajes se arman justamente desde la voz narrativa. Los personajes exteriores se rarifican al ser observados a través del vidrio de una primera persona que utiliza la sátira como herramienta principal. Esto hace que las acciones “comunes y corrientes” (y vale la pena subrayar las comillas) de las personas en navidad se vuelvan extrañas y queden fuera de lugar. Así, la técnica que utiliza Sedaris es sumamente efectiva: no requiere de acciones sorprendentes o extrañas (caso de “En primera fila” en donde sólo se remite a las actuaciones navideñas de las obras de teatro hechas por los colegios en Estados Unidos) sino que utiliza una técnica narrativa que le permite al mismo tiempo crear el personaje principal, y convertir esas acciones “comunes” en increíbles (y absurdamente irreales). Vale la pena rescatar de todo el libro dos cuentos: “Con nuestros mejores deseos” y “Navidad significa dar”. En el primero de estos cuentos sobresale una narración armada desde lo epistolar en la cual la escritura es cuidadosa en contar justo aquello que se oculta. Dado que la narradora (escritora de la carta) está interesada en mantener una buena imagen frente a los destinatarios, exagera obviedades que resultan convirtiéndose en los elementos satíricos y burlescos del relato. De manera que lo importante del relato no es justamente lo que se dice, sino aquello que se oculta desde la obviedad; jugando a este tipo de narraciones, la exageración resulta ser lo real y la normalidad se convierte en ficción. A esto se añade que este juego entre exageración/realidad, normalidad/ficción hace que el lector nunca esté seguro de lo que pasó realmente (cosa que permite esa subjetividad exacerbada) aunque entienda perfectamente lo que ocurren en las diferentes capas. En el segundo de los cuentos que nombramos (“Navidad significa dar”) hay ya un paso severo a una acidez más cercana a Palahniuk, en la cual es posible ver la descorporización de la navidad (y su centro, la familia) por la avalancha comercial en la que se ha convertido las fiestas de fin de año. Basado en una literalidad que roza los límites de la esquizofrenia (o los traspasa por momentos), realiza el mejor aparte de todo el libro. Ya en este cuento es posible ver lo que en los otros hace falta: la compañía de un fondo claro y específico (ideológico), para una narración divertida y satírica. “Oh, blanca navidad” no es una obra de arte, ni contiene novedades narrativas o argumentales que pongan este libro en el altar de la literatura; aún así vale la pena leerlo para entender otra visión de la navidad, y para verlo como un “how to…” de la narración corrosiva. Pasó otro fin de año y en lugar de escribir un cuento de navidad, leí el libro de Sedaris e hice una lista de las cosas que solía hacer en navidades pasadas (un fantasma disfrazado de recuerdo). Aún queda entre mis quehaceres y propósitos de año nuevo hacer un texto sobre la navidad. Queda por ver si lo que sucede con la navidad pasa con el año nuevo o con los carnavales. Qué bueno sería hacer un libro sobre las festividades y sus diferentes formas de representación. Mientras lo hago, seguiré enviando apartes del cuento de Paul Auster, trozos de la tristeza navideña de O’Henry (que siempre me recuerda la canción de Darío Gómez “el que inventó la navidad no estaba sólo”), sorpresas galácticas de Bradbury y –ahora- de la corrosión ácida de Sedaris para aquellos que se autodenominan Grinch y celebran alrededor del árbol con familias propias y extendidas y se abrazan… con las puertas cerradas para que nadie los mire.
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bstro
Brendan Stromberger bstro — The movie is way better.
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frios
Francisca Rios frios — Wow, I thought this book would be a simple retread of a lot of the cognitive psychology stuff I learned about in College. But Gladwell brought up studies that I had never heard of, and the some of the most exciting ones that I had. I also heard that he strayed from his main thesis, but I found the book to hold together well. I especially like the parts where he talks about the ability to prepare ourselves better for blink type moments.
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